La sombra de sus manos todavía
bailaba sobre sus muslos
mientras sumergía su desidia en la bañera
las sombras y el recuerdo flotaban
y eran patitos de goma amarillos
que la entretenían y la mantenían a flote.
Sus manos, el aroma de sus abrazos
y unas palabras que guarda en su corazón
le servían para calentar la estancia
del frío de noviembre.
Mientras todo lo demás resbalaba
con el ocaso de otro año,
una promesa y su aroma
bastaban por ahora.
Eso la hizo féliz a ella momentaneamente
el millón de preguntas posteriores
se las dejaba para el año siguiente
porque se lo había prometido a sus manos.