Su ritual de danza embrujada,
víctima del candomblé que le había
infligido su propio corazón,
lo estaba consumiendo en vida.
Menguaba y se debilitaba,
con cada giro de la Tierra,
en cada visita de la Luna,
todo su ser se concentraba en una danza
macabra y funesta.
Era la invocación de un Dios
que no aparecía.
Y la profecía y su fe.
lo mantenían en pie,
a pesar de todo.
Hasta que sus huesos
rompieron mas lágrimas que su alma.