Podría describirte el cuadro pintado con nuestra palabras, saltamos de cicatriz a estrella, de meteoro a recuerdo, y así en las selvas de lo que somos, marcamos veredas, cobijo y alimento.
Podría recitar los tiempos de tus pestañeos, como los de un faro en la penumbra que mis ojos aprendieron a reconocer de entre la niebla de los otros cuerpos, los otros ojos, del humo que fueron los demás en tu presencia.
Podría contar como las abejas de nuestros encantos fueron llenando de miel el panel del deseo sobado que escondimos hasta el último momento.
Hablamos y hablamos, fuimos mudando las pieles de desconocidos, a conectados, a amigos, a deseados y así quedamos desnudos frente a frente.
Se desvanecieron el reloj las penas, los disimulos, nos sentimos y cedimos a propósito la contención de nuetra risa.
Sólo palabras de desconocidos, cruzamos a mediatarde, y en la madrugada colapsaba panal y colmena, ninguno acallaba la música que sonaba ni quería ver el alba.
Llevamos almas rotas, y volvimos con remiendos de hilo de esperanza y dignidad, de dos personas solas que se amaron en la noche larga de un local.