
El amor de él, en trance por el opio,
y por el sueño, veía como las cuerdas
que las parcas pueden cortar,
y por extensión el títere al que estaban
unidas, el cuerpo de su segunda mujer,
se tensaban y destensaban, haciendo
volver a la vida y morir de nuevo a la mujer
que había amado.
Ligeia, su primera mujer, peleaba por dominar
el cuerpo de Lady Rowena, al llegar el alba,
la primera se impuso,
su amor era fuerte como el alerce,
demolio la voluntad de la otra por la vida,
por el amor de su esposo.
Ligeia tomaba el control, sus cabellos negros
se inyecto en el rubio de Rowena,
y sus ojos se fueron tornando negros,
miro al que había sido su marido,
exhausto, derruido y le dijo:
– querido, he vuelto por tu amor.
Ligeia emanaba la luz extraña
de los resucitados, y su halo.
La besó y a pesar de la inmensa alegría,
sintió su contribución a la muerte de Rowena.
– Y, Rowena, ¿estará bien?
– he condenado mi alma para volver, ella
es mi víctima, el cielo está abierto para ella. A mí,
me quedará el infierno. Cuando mueras, ¿querrás
venir a él conmigo?
– Seremos el amor más intenso que se haya visto
en el averno, y arderá más que las llamas que nos aguarden
allí.
– Sea pues.
Y sellaron su segundo matrimonio con un beso
y el contrato de sus almas.